sábado, 24 de noviembre de 2007
A quoi sa cert l'amour
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Luis, luisito, Luiso, luigi,Lluis......
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sábado, noviembre 24, 2007
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Teoría del Amor
jueves, 8 de noviembre de 2007
Gay Messiah
Andrew besaba a Jason frente al cajero automático. Sentía sus labios húmedos y su deseo entre las piernas. Al separarse de su cuerpo vio como dos tipos con barras de acero se acercaban a él. Gritaron “muerte al maricón” con la misma fuerza que Andrew corrió avenida abajo.
Escapé de las estepas negras, sorteé montes verdes, salté barrancos rosas, navegué mares blancos y al fin llegué a las tierras árticas del norte. En aquel lugar hay células que viven a un kilómetro bajo el hielo. Allí me quedé, frío y ausente como hueco congelado. Nadie me podía tocar, nadie me podía dañar, nadie me podía amar por que el miedo me hizo invisible.
Yo soy el miedo de Andrew, del reo, del loco, del esquivo, del querido. Yo soy el miedo nacido, el miedo inventado, el miedo sentido, el miedo valiente y el miedo cobarde que escupe huracán.
Ese miedo que congela cuerpos sobre camas tórridas. Ese miedo que petardea en las calles de Chueca. Ese miedo de unas buenas noches y un cuento infantil.
Y el miedo del manco de manos de hierro. Y el miedo del ciego que pinta. Y el miedo del azote Paterno. Y el miedo de un No.
Yo soy del miedo ausente que hiela la sangre.
Andrew sentía su boca deformarse. Corría veloz como una gacela urbana. La fuerza de su ímpetu por huir le sorprendía tanto como su terror. El asfalto estaba caliente bajo sus pies. Su corazón latía fuerte. Babeaba como la primera vez que besó a Jason. Una ansiedad recorrió su cuerpo de los pies a la frente. Deseó saltar entre sábanas blancas de lavanda: sentir el beso de mamá y la sonrisa cómplice de papá. Entonces apareció el pecado palpitante del púlpito.
Yo a los seis años fui a Catequesis. Nos dieron un libro blanco. Cómo ser un buen cristiano. Había una ilustración; un niño dentro de un circulo del cual salían varias flechas. Cada flecha indicaba la acción que, un chico de mi edad, debía hacer para ganarse el Reino de los Cielos: confesarse, saludar a la bandera, estar aseado, bendecir las comidas y besar a papá y a mamá antes de acostarse. El Cielo: ese campo verde de manantiales claros dónde se permite estar desnudo frente a Eva, dónde los frutos se comen sin bendecir, dónde los tigres son gatitos, dónde el sol calienta sin quemar, dónde papá está mudo y no hay que besarle. Aún así yo pequé ante los ojos de mi Padre. No conseguí aprenderme el Credo. No conseguí dejar de masturbarme por las noches. No conseguí dejar de desear al vecino del quinto. No conseguí besar bien a papá. Yo no lograría el Reino de los Cielos si seguía de esa forma. Así que mentí: aprendí el Credo sin creer, saludé la bandera deseando al militar que la custodiaba, me bañé haciéndome pajas, besé a papá odiándole por no besarme. Mentí por miedo, por locura, por crueldad.
Andrew cogió el móvil para llamar a sus padres. Escuchaba como los caballos de Atila babeaban su espalda deseando su muerte. Podía sentir el frío acero perseguirle la vida. En la ansiedad de su trote se le escapó el teléfono de las manos. Calló al asfalto negro de un parking y su boca se estrelló contra el suelo. Ya no había ayuda, no había héroe a quien convocar, no había efecto para seducir y depender. Ya sólo había soledad.
Yo no quiero un amor educado. ¡Malditos amores vendidos! ¡Malditos vampiros del sueño ajeno! Yo no quiero sembrar qué el Cielo es fértil. ¡Malditos chulos de inocentes! Yo no quiero maletas qué perdí las mías. ¡Malditas putas inmaculadas! Yo no quiero una casa de facturas por que no hay deuda que la vida pague. Yo no quiero juntar para mañana por que la muerte acecha en un juzgado. Yo no quiero querer, por que amor es lo que soy.
Andrew hundió sus rodillas en el pecho y el seco acero rompió sus huesos, sus sueños, sus miedos, su corazón castigado, su rabia contenida, sus labios de deseo, su Cielo fértil, su cráneo abierto,... Los caballos de Atila trotan rápido, desatan ira y escupen acero que arranca vidas.
Hoy Andrew descansa a “dos metros bajo tierra”, ciego y oscuro, vestido con traje gris; como a su Padre le hubiera gustado, como a Atila le hubiera gustado. Inerte, inmóvil e invisible.
Hoy brilla fuerte el sol que empaña los ojos.
Yo soy el amor de Andrew, del salvado, del imaginado, del amado. Yo soy el amor nacido.
A todos los que sentimos miedo, un beso y que nos lleve el amor por donde quiera.
LVN68
Escapé de las estepas negras, sorteé montes verdes, salté barrancos rosas, navegué mares blancos y al fin llegué a las tierras árticas del norte. En aquel lugar hay células que viven a un kilómetro bajo el hielo. Allí me quedé, frío y ausente como hueco congelado. Nadie me podía tocar, nadie me podía dañar, nadie me podía amar por que el miedo me hizo invisible.
Yo soy el miedo de Andrew, del reo, del loco, del esquivo, del querido. Yo soy el miedo nacido, el miedo inventado, el miedo sentido, el miedo valiente y el miedo cobarde que escupe huracán.
Ese miedo que congela cuerpos sobre camas tórridas. Ese miedo que petardea en las calles de Chueca. Ese miedo de unas buenas noches y un cuento infantil.
Y el miedo del manco de manos de hierro. Y el miedo del ciego que pinta. Y el miedo del azote Paterno. Y el miedo de un No.
Yo soy del miedo ausente que hiela la sangre.
Andrew sentía su boca deformarse. Corría veloz como una gacela urbana. La fuerza de su ímpetu por huir le sorprendía tanto como su terror. El asfalto estaba caliente bajo sus pies. Su corazón latía fuerte. Babeaba como la primera vez que besó a Jason. Una ansiedad recorrió su cuerpo de los pies a la frente. Deseó saltar entre sábanas blancas de lavanda: sentir el beso de mamá y la sonrisa cómplice de papá. Entonces apareció el pecado palpitante del púlpito.
Yo a los seis años fui a Catequesis. Nos dieron un libro blanco. Cómo ser un buen cristiano. Había una ilustración; un niño dentro de un circulo del cual salían varias flechas. Cada flecha indicaba la acción que, un chico de mi edad, debía hacer para ganarse el Reino de los Cielos: confesarse, saludar a la bandera, estar aseado, bendecir las comidas y besar a papá y a mamá antes de acostarse. El Cielo: ese campo verde de manantiales claros dónde se permite estar desnudo frente a Eva, dónde los frutos se comen sin bendecir, dónde los tigres son gatitos, dónde el sol calienta sin quemar, dónde papá está mudo y no hay que besarle. Aún así yo pequé ante los ojos de mi Padre. No conseguí aprenderme el Credo. No conseguí dejar de masturbarme por las noches. No conseguí dejar de desear al vecino del quinto. No conseguí besar bien a papá. Yo no lograría el Reino de los Cielos si seguía de esa forma. Así que mentí: aprendí el Credo sin creer, saludé la bandera deseando al militar que la custodiaba, me bañé haciéndome pajas, besé a papá odiándole por no besarme. Mentí por miedo, por locura, por crueldad.
Andrew cogió el móvil para llamar a sus padres. Escuchaba como los caballos de Atila babeaban su espalda deseando su muerte. Podía sentir el frío acero perseguirle la vida. En la ansiedad de su trote se le escapó el teléfono de las manos. Calló al asfalto negro de un parking y su boca se estrelló contra el suelo. Ya no había ayuda, no había héroe a quien convocar, no había efecto para seducir y depender. Ya sólo había soledad.
Yo no quiero un amor educado. ¡Malditos amores vendidos! ¡Malditos vampiros del sueño ajeno! Yo no quiero sembrar qué el Cielo es fértil. ¡Malditos chulos de inocentes! Yo no quiero maletas qué perdí las mías. ¡Malditas putas inmaculadas! Yo no quiero una casa de facturas por que no hay deuda que la vida pague. Yo no quiero juntar para mañana por que la muerte acecha en un juzgado. Yo no quiero querer, por que amor es lo que soy.
Andrew hundió sus rodillas en el pecho y el seco acero rompió sus huesos, sus sueños, sus miedos, su corazón castigado, su rabia contenida, sus labios de deseo, su Cielo fértil, su cráneo abierto,... Los caballos de Atila trotan rápido, desatan ira y escupen acero que arranca vidas.
Hoy Andrew descansa a “dos metros bajo tierra”, ciego y oscuro, vestido con traje gris; como a su Padre le hubiera gustado, como a Atila le hubiera gustado. Inerte, inmóvil e invisible.
Hoy brilla fuerte el sol que empaña los ojos.
Yo soy el amor de Andrew, del salvado, del imaginado, del amado. Yo soy el amor nacido.
A todos los que sentimos miedo, un beso y que nos lleve el amor por donde quiera.
LVN68
He will then be reborn
From 1970's porn
Wearing tube socks with style
And such an innocent smile
Better pray for your sins
Better pray for your sins
'Cause the gay messiah's coming
He will fall from the star
Studio 54
And appear on the sand
Of Fire Island's shore
Better pray for your sins
Better pray for your sins
'Cause the gay messiah's coming
No it will not be me
Rufus the Baptist I be
No I won't be the one
Baptized in cum
What will happen instead
Someone will demand my head
And then I will kneel down
And give it to them looking down
Better pray for your sins
Better pray for your sins
'Cause the gay messiah's coming
The hottest songs from Rufus Wainwright
viernes, 2 de noviembre de 2007
Miss Rufus
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Luis, luisito, Luiso, luigi,Lluis......
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viernes, noviembre 02, 2007
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